martes, 28 de septiembre de 2010

Soy pobre, solo puedo vender mi cuerpo


La prostitución es una actividad comercializada en todas partes del mundo. Tanto mujeres como hombres se dedican a ofrecer favores sexuales a cambio de dinero. En muchos países esta práctica está  prohibida, en otros se permite sólo en ciertas zonas.
Quizá la imagen de prostitución ya sea familiar para nosotros, al igual que el crimen, el delito, son situaciones sociales a las que ya estamos acostumbrados.
Pero si usted ha ido alguna vez a Cuba, difícilmente se acostumbre alo que se ve allí en las calles principales de La Habana acualquier hora del día: niñas pequeñas, algunas recien entrando a la adolescencia ofreciéndose ellas mismas por dinero para poder subsistir en medio de tanta pobreza.
Recientemente en Argentina, se supo del caso de una madre que mandaba a su hija a prostituirse a fin de poder alimentarla a ella y a sus otros hijos.
Casos aberrantes – dirá usted- y probablemente tenga razón, pero si vemos el trasfondo de la situación verá que la pobreza está haciendo estragos en la vida de la gente. Por un plato de comida, por un abrigo en medio del invierno, las personas están dispuestos a cualquier cosa, aún a aquellas cosas que se consideren delito.
Evidentemente, no podemos hacer “todo” por todos los pobres de la tierra, pero quedarnos de brazos cruzados, resoplando diciendo “que terrible!”, tampoco parece ser una muy buena opción.
Todas las personas merecen una vida digna, y los niños con más razón. Todos conocemos de ONGs y Fundaciones que ayudan a las personas a llevar una vida digna, ayudemos con nuestras acciones desinteresadas a que estas personas tengan una mejor calidad de vida.

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