Los disturbios o desórdenes sociales son una de las consecuencias de la pobreza. En muchos lugares, los empleados se reúnen para hacer sentir su voz de protesta. Por muchos años, por ejemplo, en Argentina estaba lo que se conocía como “La carpa blanca” un símbolo de la protesta docente. En México, sucedió algo similar. Los maestros de Chiapas y Oaxaca que estaban sumidos en la pobreza, montaron una tienda de campaña esperando que se les aumentara los salarios.
En otros países, cuando los precios han subido, han estallado motines y revueltas sociales.
Otro tipo de protesta social o revolución pero más silenciosa es la delincuencia. Sin justificar ningún tipo de acto delictivo, pero la delincuencia es una protesta de los pobres contra los ricos. Hace pocos años se realizó un seminario de Administración Policial en Estados Unidos y ellos reconocieron que la ola de delincuencia que se había levantado recientemente tenía que ver con una profunda crisis económica.
Hace un par de décadas atrás, en ciertas aldeas de la India hubo una matanza de terratenientes feudales llevada a cabo por unos campesinos. Estos mataron a más de 50 personas pues se sentían explotados por los terratenientes.
Sin duda, muchos de los disturbios sociales son producto de esta gran herida de la humanidad: la pobreza, una herida que aparentemente no tiene cura.
No obstante, no se debe desestimar los esfuerzos que muchas organizaciones no gubernamentales y algunas gubernamentales están realizando. Cada uno hace bien en replantearse hasta que grado podemos participar en contrarrestar la pobreza extrema e infrahumana.
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